Vamos a ser del todo claros. Nadie pide “una presentación de diapositivas” como apoyo cuando vamos a dar una charla. Todo el mundo pide un PowerPoint. Y es que PowerPoint es sinónimo de presentación de diapositivas en casi todo el mundo (salvo para esa gente rara que dice Keynote).
Sin ningún tipo de duda, ser parte de todas las versiones y ediciones de Microsoft Office desde hace muchos años ha sido clave en su viaje a la cima absoluta -del software de presentaciones; reconozco que esto es un poco como ganar el Oscar al mejor técnico de sonido.
Conocéis su funcionamiento de sobra porque estoy seguro de que habréis tenido que hacer muchas presentaciones de PowerPoint como proyecto escolar o para vuestro trabajo: disponemos de infinitas diapositivas que podemos llenar con contenido de texto, imágenes, animaciones, gráficos, tablas, o incluso vídeos.
Además podemos añadir animaciones a los elementos que podemos en las diapositivas, y transiciones entre diapositivas, haciendo de nuestras presentaciones algo realmente llamativo y que puede hacer que nuestra presentación tenga mayor impacto… o que no tenga impacto en absoluto porque la audiencia se quede distraída mirando cómo nuestra tabla arde en llamas.
Podemos además hacer nuestras presentaciones razonablemente interactivas, añadiendo hipervínculos que conecten con otras partes de la misma presentación, con otras presentaciones o incluso con páginas de Internet. También podemos hacer que estos hipervínculos desencadenen acciones (que aparezcan o desaparezcan elementos, por ejemplo, o que se ejecuten macros que podemos programar nosotros mismos y que podemos guardar en la propia presentación). Esta es una de las funciones menos conocidas de PowerPoint.
Evita la “muerte por PowerPoint”: alternativas
Muchas presentaciones de PowerPoint, mal elaboradas, pueden hacer que nuestra audiencia se aburra o directamente sea incapaz de entender lo que estamos diciendo. Y una presentación de Microsoft PowerPoint no va a hacer que, mágicamente, nuestra audiencia nos preste atención o que sea capaz de entender nuestro mensaje. Nosotros como speakers tenemos el deber de hablar bien, alto, claro y con un lenguaje adecuado.
Como un consejo genérico, os pediría que no abusárais de los efectos llamativos que podemos introducir en nuestras presentaciones. Hacer que nuestras diapositivas den vueltas cuando cambien o que los elementos parezcan venir como si fueran un cometa no harán sino distraer a la audiencia, así como hacer la presentación mucho más tediosa. Otros consejos pueden ser no poner demasiado texto en las diapositivas: la audiencia, o lee, o escucha.
PowerPoint es, en sí, una herramienta en la que podemos (¡y hasta debemos!) apoyarnos para hacer llegar nuestro mensaje a nuestra audiencia de una forma más eficaz. Pero no es la única: ya os hemos mostrado algunas alternativas de programas para crear presentaciones (otra alternativa puede ser, por ejemplo, LibreOffice), y también aplicaciones para hacer infografías.